Cuenca Minera Libre

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lunes, 4 de febrero de 2013

125 AÑOS DE LA MASACRE DEL “AÑO DE LOS TIROS”

  Hoy se cumplen 125 años del popularmente conocido como “Año de los Tiros”, una carnicería ejecutada por los militares esbirros del imperialismo anglo-español, entre hipócritas actos institucionales organizados por los ayuntamientos de Riotinto y Nerva, en manos de políticos (de PP y PSOE, respectivamente) sucesores de los que aquella tarde del 4 de febrero de 1888 se vendieron a los intereses de los capitalistas y que dieron lugar a una de las mayores tragedias sociales de la historia de nuestra comarca y de toda Andalucía. Y decimos esto porque, hoy como ayer, estos políticos están al servicio, no solo de las compañías mineras extranjeras (inglesas y españolas) explotadoras del pueblo trabajador, y de los terratenientes agrarios, sino de las estructuras mafiosas de sus propios partidos y de las empresas y bancos que roban y saquean a los obreros para engrosar sus enormes beneficios. Pero pasemos a analizar brevemente lo sucedido hace más de un siglo, con el fin de dilucidar la verdad de estos hechos y aprender de los errores cometidos con el fin de que no vuelvan a repetirse en la historia de la lucha de los trabajadores frente a la explotación.

     En 1873 la empresa británica Río Tinto Company Limited (RTCL) se hizo cargo de la explotación a gran escala de las Minas de Riotinto, introduciendo el sistema de producción capitalista industrial en una comarca dominada política y económicamente por los terratenientes agrarios de Zalamea, el municipio matriz de la Cuenca Minera. Como toda empresa capitalista, el objetivo de la RTCL era la obtención del mayor beneficio, y para la consecución de este fin le fue necesario hacerse con el control de los recursos naturales de la zona así como del control político de los ayuntamientos y de la diputación provincial (aunque su influencia llegaba incluso a las cortes españolas). En este proceso de lucha por el poder político y económico, la Compañía se granjeó la enemistad de los caciques rurales que veían amenazada su posición de predominio en un sistema semi-feudal. Diversas acciones de la empresa británica contribuyeron a ello, quizá la más relevante en el aspecto que tratamos sea la referente a la territorialidad. Para hacer efectivo su control sobre la comarca, la Compañía impulsó la segregación de Zalamea de los municipios de Riotinto (1841) y Nerva (1885), en los que se encontraban los principales yacimientos de mineral. Además, puso en marcha una política de compra de terrenos forestales para proveer de materias primas los trabajos mineros y la construcción del ferrocarril a Huelva, haciendo incluso que para tal fin se expropiaran diversas fincas. El punto culminante fue la puesta en funcionamiento de un sistema de tratamiento de mineral a través de calcinaciones al aire libre (teleras), que emanaban humos sulfurosos que se extendían por toda la Cuenca Minera y comarcas limítrofes, haciendo imposible el uso agrícola de la tierra, del cual subsistían los caciques y jornaleros. Esto dio lugar a que la RTCL tuviera que efectuar una serie de indemnizaciones a los propietarios, que no obstante quedaron insatisfechos y se organizaron en la Liga Antihumos, a cargo del terrateniente serrano José Ordóñez, para exigir al Ayuntamiento de Riotinto (controlado por la Compañía) que prohibiera las calcinaciones como ya habían hecho otros ayuntamientos en varias minas de la comarca del Andévalo. Como vemos, se trata de una confrontación por intereses económicos entre dos facciones de propietarios, ajenos a los intereses de la clase trabajadora. Por un lado, la RTCL y por otro lado los caciques zalameños, encabezados por José Lorenzo, cada uno de ellos apoyado a base de prebendas por los políticos locales.

Lorenzo y Ordóñez


    Sin embargo, con la llegada del capitalismo industrial aparece también el la comarca un tercer elemento en el conflicto: las organizaciones obreras, que lucharán por conseguir mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores de las minas. Las organizaciones anarquistas eran mayoritarias en la Cuenca Minera, siendo la influencia de los socialistas más limitada entre los mineros. El contexto en el que nacen y se fortalecen estas organizaciones es consecuencia de varios factores. Debido a la necesidad de mano de obra para explotar las minas a gran escala se produce una migración masiva de trabajadores de diversos puntos de Andalucía y del resto de naciones peninsulares (Portugal, Extremadura, Galicia, Castilla, etc.). En pocos años se duplicaría la población de la comarca, y el número de empleados por la Compañía pasó de un millar en 1874 a más de 9.000 en 1888. Esto produjo situaciones de hacinamiento en viviendas en condiciones insalubres, además de la sensación inicial de desarraigo por la diversa procedencia cultural de los trabajadores, que sin embargo fue pronto superada en pos de la unión obrera ante los abusos de los capitalistas, por encima de las diferencias nacionales. La empresa, en su afán de obtener ganancias a base de explotar a sus empleados, instauró unas condiciones laborales durísimas, que incluían jornadas de 12 horas a destajo, empleo de niños a los que pagaba la mitad del jornal, y sin contar siquiera con un sistema de indemnizaciones en caso de accidente. Por otro lado, las calcinaciones en las teleras producían humos que afectaban no solo a la salud de los trabajadores y sus familias, sino que muchos días les impedía realizar los trabajos en las minas, descontándoles la empresa la mitad de la paga en esas ocasiones. Estas circunstancias dieron lugar durante los primeros años de dominio de la RTCL fueran frecuentes las protestas y huelgas obreras para exigir mejores salarios y condiciones laborales, siendo éstas espontáneas, parciales y poco organizadas, y finalizando sin conseguir sus reivindicaciones. Además, como medida represora la Compañía no solo realizaba despidos de sus empleados más luchadores, sino que además los expulsaba de la comarca, sobre la que prácticamente ejercía un control total. Por tanto, el incipiente movimiento obrero, pese a su capacidad objetiva, se encontraba escasamente coordinado. No fue hasta el fatídico invierno de 1888 cuando se produjo la primera huelga general en todos los departamentos de la empresa británica. En su organización jugó un importante papel Maximiliano Tornet, revolucionario expulsado de la por aquel entonces colonia española de Cuba por participar en la lucha por la independencia de su país frente al imperialismo español. En 1883 llega a Riotinto y comienza a trabajar para la RTCL. En 1887 es detenido y encarcelado por repartir panfletos revolucionarios, siendo juzgado, absuelto y puesto en libertad a los dos meses. A partir de ese momento incrementa su actividad política con el apoyo del pueblo trabajador minero, que le proporciona cobijo y recursos en una de las pocas viviendas de Riotinto que no pertenecían a la Compañía. Tornet comienza a escribir artículos en la prensa anarquista, reclutar a trabajadores y recolectar dinero para organizar una Huelga General y presionar a la empresa. 

Maximiliano Tornet

     Con el propósito de unir fuerzas contra la poderosa RTCL, los trabajadores de la minas, representados por Tornet, y los grandes propietarios agrarios, incorporados en la Liga Antihumos, establecieron contactos para llevar a cabo acciones conjuntas frente a la Compañía. Pero si los intereses de ambos grupos eran completamente diferentes, incluso confrontados por el antagonismo de clase existente entre ellos, ¿a que se debió que realizaran una protesta unitaria? En realizar es necesario matizar este punto. En primer lugar, las solicitudes de los mineros se centraban básicamente en una serie de mejoras laborales y económicas: reducción de la jornada laboral a 9 horas, supresión de las multas a trabajadores, aumento de los jornales y creación de un sistema de indemnizaciones en caso de accidente o fallecimiento eran los principales intereses obreros, los cuales a los terratenientes les resultaban completamente indiferentes. El único punto en común en las reivindicaciones de ambos era la exigencia de la prohibición de los humos de las teleras, prioritario para los caciques por cuestiones económicas y políticas referidas anteriormente, pero no tanto para los trabajadores mineros. Recordemos que, pese a que los humos sulfurosos eran causantes de diversas enfermedades respiratorias, las calcinaciones de mineral eran la fuente de empleo de muchos obreros, y suprimirlas hubiera supuesto despidos. Además, es llamativo que una de las reivindicaciones de los empleados de la Compañía era que no se descontase la mitad del jornal los días que fuese imposible trabajar debido a los humos, ¿tendría sentido esto si se hubiese aceptado la reivindicación conjunta de prohibir las teleras? Investigaciones históricas recientes dejan entrever que esta demanda pudo ser añadida por Tornet a última hora con el objetivo de unir a obreros y agricultores. Esta alianza se pensó que beneficiaría los intereses de cada una de las facciones: los anarquistas, además de presionar para conseguir mejoras sociales, reforzarían su arraigo entre los trabajadores, los socialistas buscaban no perder terreno frente a los primeros, y la oligarquía agraria con la Liga Antihumos al frente extendería su influencia política y económica frente a la RTCL, quien finalmente era el enemigo común de todos ellos. Al final quedaría demostrado que las alianzas contra natura con los enemigos de la clase obrera nunca son beneficiosas para el pueblo trabajador.

Calcinaciones de mineral al aire libre (Teleras)


      Finalmente, los trabajadores convocaron una Huelga general en la empresa para el día 1 de febrero, la primera en la historia moderna de las minas, que resultó un éxito, ya que apenas una treintena de esquiroles de una plantilla de más de 9.000 obreros acudieron a trabajar protegidos por la Guardia Civil y miembros de la seguridad privada de la Compañía. El paro se mantuvo hasta el día 4, en el que había convocadas dos manifestaciones: una compuesta por 4.000 mineros que partirían de Nerva y otra organizada por agricultores, procedente de Zalamea, que contaba con 8.000 personas. Ambas tenían previsto confluir en el pueblo de Riotinto, centro de la comarca, donde las esperaban otros 2.000 obreros con sus familias. Se estima que en total se congregaron frente al ayuntamiento y en las calles adyacentes unos 14.000 manifestantes. Los representantes de los trabajadores (Tornet) y de los agricultores (Lorenzo y Ordóñez) se reunieron con el alcalde de Riotinto, un mero títere en manos del director de la RTCL, William Rich, quien previamente había puesto sobre aviso a otro de sus siervos, el gobernador civil de Huelva, Agustín Bravo y Joven, para que enviase refuerzos a la Guardia Civil con el objetivo de amedrentar y reprimir al pueblo. Éste se presentó en la localidad minera con dos compañías de soldados del regimiento de Pavía, al mando del salvaje teniente coronel Ulpiano Sánchez. El gobernador irrumpió en el ayuntamiento ordenando a Tornet, Lorenzo y Ordóñez disolver la manifestación y salir del municipio. Ante la negativa de estos, mandó a los militares a hacerlo por la fuerza. Y bien que la emplearon los sicarios desalmados del Estado capitalista contra el pueblo indefenso, dispararon indiscriminadamente varias cargas para después ensañarse a punta de bayoneta contra los heridos y la multitud que huía de la barbarie, sin hacer distinción de sexo o edad, asesinando cruelmente a hombres, mujeres y niños (está comprobado que al menos murieron dos, de 1 y 5 años). Bestias uniformadas sedientas de sangre al servicio de los intereses de las grandes empresas y de sus lacayos políticos, hace un siglo al igual que hoy, se merecen todo nuestro desprecio y repugnancia. Es por ello que no nos sumaremos jamás a ningún hipócrita “homenaje” promovido por los políticos defensores del sistema democrático-capitalista criminal protegido a punta de fusil por el ejército, benefactor de los bancos y empresas a costa de la sangre y sudor del Pueblo Trabajador. Porque si el pueblo se levantase, al igual que en aquellos días de 1888 estos mismos que hoy homenajean a los obreros asesinados por los militares, con toda seguridad no harían nada contra sus amos para impedir que volvieran a imponer su “orden” a sangre y fuego.

Pintura representando el suceso

   Momentos antes de la matanza, los terratenientes Lorenzo y Ordóñez huyeron a toda prisa hacia Zalamea con la excusa de retirarse para descansar, demostrando su cobardía, pero dejándonos testimonio de que el pueblo obrero nunca debe confiar en quienes representan su antítesis de clase. Nunca fueron perseguidos. Tornet, pese a ser objeto de los disparos de los militares, logró escapar a Zalamea tras la masacre pasando posteriormente a Portugal y de allí a Sudamérica, muriendo en Argentina 16 años después. Antes de salir perseguido por la Guardia Civil, se le oyó exclamar desde el balcón del Ayuntamiento: “Los verdaderos enemigos de nuestro país no son los capitalistas ingleses sino los mismos españoles”. No le faltaba razón. Y es que ese día los españoles dejaron más de 200 muertos y un número indeterminado de heridos en nuestra comarca, si que ninguno de los responsables fuera condenado, ni siquiera juzgado por tan atroz crimen. Y no solo eso, sino que en los días posteriores continuaron las persecuciones de trabajadores por toda la Cuenca Minera, los despidos de obreros y la implantación del terror de mano de la empresa y de sus esbirros militares. Ese mismo terror a la represión que hizo que los familiares de muchos de los muertos y heridos los ocultaran para no sufrir represalias (detenciones, despidos), enterrando clandestinamente los cadáveres en las escombreras de mineral, haciendo muy difícil determinar el número exacto de asesinados.  

   Solo esperamos que estos hechos del pasado sirvan para honrar a los trabajadores caídos en su lucha contra el capital a la vez que para desenmascarar el cinismo y la demagogia de quienes son los auténticos enemigos del Pueblo Obrero.


POR LOS CAÍDOS Y POR LOS QUE CAERÁN,
POR LOS HÉROES ANÓNIMOS DEL PUEBLO,
EL MEJOR HOMENAJE ES CONTINUAR SU LUCHA