Hoy se cumplen 125 años del popularmente conocido
como “Año de los Tiros”, una carnicería ejecutada por los militares esbirros
del imperialismo anglo-español, entre hipócritas actos institucionales organizados
por los ayuntamientos de Riotinto y Nerva, en manos de políticos (de PP y PSOE,
respectivamente) sucesores de los que aquella tarde del 4 de febrero de 1888 se
vendieron a los intereses de los capitalistas y que dieron lugar a una de las
mayores tragedias sociales de la historia de nuestra comarca y de toda
Andalucía. Y decimos esto porque, hoy como ayer, estos políticos están al
servicio, no solo de las compañías mineras extranjeras (inglesas y españolas)
explotadoras del pueblo trabajador, y de los terratenientes agrarios, sino de
las estructuras mafiosas de sus propios partidos y de las empresas y bancos que
roban y saquean a los obreros para engrosar sus enormes beneficios. Pero
pasemos a analizar brevemente lo sucedido hace más de un siglo, con el fin de
dilucidar la verdad de estos hechos y aprender de los errores cometidos con el
fin de que no vuelvan a repetirse en la historia de la lucha de los
trabajadores frente a la explotación.
En
1873 la empresa británica Río Tinto
Company Limited (RTCL) se hizo cargo de la explotación a gran escala de las
Minas de Riotinto, introduciendo el sistema de producción capitalista
industrial en una comarca dominada política y económicamente por los
terratenientes agrarios de Zalamea, el municipio matriz de la Cuenca Minera.
Como toda empresa capitalista, el objetivo de la RTCL era la obtención del
mayor beneficio, y para la consecución de este fin le fue necesario hacerse con
el control de los recursos naturales de la zona así como del control político
de los ayuntamientos y de la diputación provincial (aunque su influencia
llegaba incluso a las cortes españolas). En este proceso de lucha por el poder
político y económico, la Compañía se
granjeó la enemistad de los caciques rurales que veían amenazada su posición de
predominio en un sistema semi-feudal. Diversas acciones de la empresa británica
contribuyeron a ello, quizá la más relevante en el aspecto que tratamos sea la
referente a la territorialidad. Para hacer efectivo su control sobre la
comarca, la Compañía impulsó la segregación de Zalamea de los municipios de
Riotinto (1841) y Nerva (1885), en los que se encontraban los principales
yacimientos de mineral. Además, puso en marcha una política de compra de
terrenos forestales para proveer de materias primas los trabajos mineros y la
construcción del ferrocarril a Huelva, haciendo incluso que para tal fin se
expropiaran diversas fincas. El punto culminante fue la puesta en
funcionamiento de un sistema de tratamiento de mineral a través de
calcinaciones al aire libre (teleras), que emanaban humos sulfurosos que se
extendían por toda la Cuenca Minera y comarcas limítrofes, haciendo imposible
el uso agrícola de la tierra, del cual subsistían los caciques y jornaleros.
Esto dio lugar a que la RTCL tuviera que efectuar una serie de indemnizaciones
a los propietarios, que no obstante quedaron insatisfechos y se organizaron en
la Liga Antihumos, a cargo del terrateniente serrano José Ordóñez, para exigir al
Ayuntamiento de Riotinto (controlado por la Compañía) que prohibiera las
calcinaciones como ya habían hecho otros ayuntamientos en varias minas de la
comarca del Andévalo. Como vemos, se trata de una confrontación por intereses
económicos entre dos facciones de propietarios, ajenos a los intereses de la
clase trabajadora. Por un lado, la RTCL y por otro lado los caciques zalameños,
encabezados por José Lorenzo, cada uno de ellos apoyado a base de prebendas por los
políticos locales.
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Lorenzo y Ordóñez |
Sin embargo, con la llegada del capitalismo
industrial aparece también el la comarca un tercer elemento en el conflicto:
las organizaciones obreras, que lucharán por conseguir mejoras en las
condiciones de vida de los trabajadores de las minas. Las organizaciones
anarquistas eran mayoritarias en la Cuenca Minera, siendo la influencia de los
socialistas más limitada entre los mineros. El contexto en el que nacen y se
fortalecen estas organizaciones es consecuencia de varios factores. Debido a la
necesidad de mano de obra para explotar las minas a gran escala se produce una
migración masiva de trabajadores de diversos puntos de Andalucía y del resto de
naciones peninsulares (Portugal, Extremadura, Galicia, Castilla, etc.). En
pocos años se duplicaría la población de la comarca, y el número de empleados
por la Compañía pasó de un millar en 1874 a más de 9.000 en 1888. Esto produjo
situaciones de hacinamiento en viviendas en condiciones insalubres, además de
la sensación inicial de desarraigo por la diversa procedencia cultural de los
trabajadores, que sin embargo fue pronto superada en pos de la unión obrera ante
los abusos de los capitalistas, por encima de las diferencias nacionales. La
empresa, en su afán de obtener ganancias a base de explotar a sus empleados,
instauró unas condiciones laborales durísimas, que incluían jornadas de 12
horas a destajo, empleo de niños a los que pagaba la mitad del jornal, y sin
contar siquiera con un sistema de indemnizaciones en caso de accidente. Por
otro lado, las calcinaciones en las teleras producían humos que afectaban no
solo a la salud de los trabajadores y sus familias, sino que muchos días les
impedía realizar los trabajos en las minas, descontándoles la empresa la mitad
de la paga en esas ocasiones. Estas circunstancias dieron lugar durante los
primeros años de dominio de la RTCL fueran frecuentes las protestas y huelgas obreras
para exigir mejores salarios y condiciones laborales, siendo éstas espontáneas,
parciales y poco organizadas, y finalizando sin conseguir sus reivindicaciones.
Además, como medida represora la Compañía no solo realizaba despidos de sus
empleados más luchadores, sino que además los expulsaba de la comarca, sobre la
que prácticamente ejercía un control total. Por tanto, el incipiente movimiento
obrero, pese a su capacidad objetiva, se encontraba escasamente coordinado. No
fue hasta el fatídico invierno de 1888 cuando se produjo la primera huelga
general en todos los departamentos de la empresa británica. En su organización
jugó un importante papel Maximiliano Tornet, revolucionario expulsado
de la por aquel entonces colonia española de Cuba por participar en la lucha
por la independencia de su país frente al imperialismo español. En 1883 llega a
Riotinto y comienza a trabajar para la RTCL. En 1887 es detenido y encarcelado
por repartir panfletos revolucionarios, siendo juzgado, absuelto y puesto en
libertad a los dos meses. A partir de ese momento incrementa su actividad
política con el apoyo del pueblo trabajador minero, que le proporciona cobijo y
recursos en una de las pocas viviendas de Riotinto que no pertenecían a la Compañía.
Tornet comienza a escribir artículos en la prensa anarquista, reclutar a
trabajadores y recolectar dinero para organizar una Huelga General y presionar
a la empresa.
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Maximiliano Tornet |
Con el propósito de unir fuerzas contra la
poderosa RTCL, los trabajadores de la minas, representados por Tornet, y los
grandes propietarios agrarios, incorporados en la Liga Antihumos, establecieron
contactos para llevar a cabo acciones conjuntas frente a la Compañía. Pero si
los intereses de ambos grupos eran completamente diferentes, incluso
confrontados por el antagonismo de clase existente entre ellos, ¿a que se debió
que realizaran una protesta unitaria? En realizar es necesario matizar este
punto. En primer lugar, las solicitudes de los mineros se centraban básicamente
en una serie de mejoras laborales y económicas: reducción de la jornada laboral
a 9 horas, supresión de las multas a trabajadores, aumento de los jornales y
creación de un sistema de indemnizaciones en caso de accidente o fallecimiento
eran los principales intereses obreros, los cuales a los terratenientes les
resultaban completamente indiferentes. El único punto en común en las
reivindicaciones de ambos era la exigencia de la prohibición de los humos de
las teleras, prioritario para los caciques por cuestiones económicas y
políticas referidas anteriormente, pero no tanto para los trabajadores mineros.
Recordemos que, pese a que los humos sulfurosos eran causantes de diversas
enfermedades respiratorias, las calcinaciones de mineral eran la fuente de
empleo de muchos obreros, y suprimirlas hubiera supuesto despidos. Además, es
llamativo que una de las reivindicaciones de los empleados de la Compañía era
que no se descontase la mitad del jornal los días que fuese imposible trabajar
debido a los humos, ¿tendría sentido esto si se hubiese aceptado la
reivindicación conjunta de prohibir las teleras? Investigaciones históricas
recientes dejan entrever que esta demanda pudo ser añadida por Tornet a última
hora con el objetivo de unir a obreros y agricultores. Esta alianza se pensó
que beneficiaría los intereses de cada una de las facciones: los anarquistas,
además de presionar para conseguir mejoras sociales, reforzarían su arraigo
entre los trabajadores, los socialistas buscaban no perder terreno frente a los
primeros, y la oligarquía agraria con la Liga Antihumos al frente extendería su
influencia política y económica frente a la RTCL, quien finalmente era el
enemigo común de todos ellos. Al final quedaría demostrado que las alianzas
contra natura con los enemigos de la clase obrera nunca son beneficiosas para
el pueblo trabajador.
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Calcinaciones de mineral al aire libre (Teleras) |
Finalmente, los trabajadores convocaron una Huelga
general en la empresa para el día 1 de febrero, la primera en la historia
moderna de las minas, que resultó un éxito, ya que apenas una treintena de
esquiroles de una plantilla de más de 9.000 obreros acudieron a trabajar
protegidos por la Guardia Civil y miembros de la seguridad privada de la
Compañía. El paro se mantuvo hasta el día 4, en el que había convocadas dos
manifestaciones: una compuesta por 4.000 mineros que partirían de Nerva y otra
organizada por agricultores, procedente de Zalamea, que contaba con 8.000
personas. Ambas tenían previsto confluir en el pueblo de Riotinto, centro de la
comarca, donde las esperaban otros 2.000 obreros con sus familias. Se estima
que en total se congregaron frente al ayuntamiento y en las calles adyacentes
unos 14.000 manifestantes. Los representantes de los trabajadores (Tornet) y de
los agricultores (Lorenzo y Ordóñez) se reunieron con el alcalde de Riotinto,
un mero títere en manos del director de la RTCL, William
Rich, quien previamente había puesto sobre aviso a otro de sus siervos,
el gobernador civil de Huelva, Agustín Bravo y
Joven, para que enviase refuerzos a la Guardia Civil con el objetivo de
amedrentar y reprimir al pueblo. Éste se presentó en la localidad minera con
dos compañías de soldados del regimiento de Pavía, al mando del salvaje
teniente coronel Ulpiano Sánchez. El
gobernador irrumpió en el ayuntamiento ordenando a Tornet, Lorenzo y Ordóñez
disolver la manifestación y salir del municipio. Ante la negativa de estos,
mandó a los militares a hacerlo por la fuerza. Y bien que la emplearon los
sicarios desalmados del Estado capitalista contra el pueblo indefenso,
dispararon indiscriminadamente varias cargas para después ensañarse a punta de
bayoneta contra los heridos y la multitud que huía de la barbarie, sin hacer
distinción de sexo o edad, asesinando cruelmente a hombres, mujeres y niños (está
comprobado que al menos murieron dos, de 1 y 5 años). Bestias uniformadas sedientas
de sangre al servicio de los intereses de las grandes empresas y de sus lacayos
políticos, hace un siglo al igual que hoy, se merecen todo nuestro desprecio y
repugnancia. Es por ello que no nos sumaremos jamás a ningún hipócrita
“homenaje” promovido por los políticos defensores del sistema
democrático-capitalista criminal protegido a punta de fusil por el ejército,
benefactor de los bancos y empresas a costa de la sangre y sudor del Pueblo
Trabajador. Porque si el pueblo se levantase, al igual que en aquellos días de
1888 estos mismos que hoy homenajean a los obreros asesinados por los
militares, con toda seguridad no harían nada contra sus amos para impedir que
volvieran a imponer su “orden” a sangre y fuego.
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Pintura representando el suceso |
Momentos antes de la matanza, los
terratenientes Lorenzo y Ordóñez huyeron a toda prisa hacia Zalamea con la
excusa de retirarse para descansar, demostrando su cobardía, pero dejándonos
testimonio de que el pueblo obrero nunca debe confiar en quienes representan su
antítesis de clase. Nunca fueron perseguidos. Tornet, pese a ser objeto de los
disparos de los militares, logró escapar a Zalamea tras la masacre pasando
posteriormente a Portugal y de allí a Sudamérica, muriendo en Argentina 16 años
después. Antes de salir perseguido por la Guardia Civil, se le oyó exclamar
desde el balcón del Ayuntamiento: “Los verdaderos enemigos de nuestro país no
son los capitalistas ingleses sino los mismos españoles”. No le faltaba
razón. Y es que ese día los españoles dejaron más de 200 muertos y un número
indeterminado de heridos en nuestra comarca, si que ninguno de los responsables
fuera condenado, ni siquiera juzgado por tan atroz crimen. Y no solo eso, sino
que en los días posteriores continuaron las persecuciones de trabajadores por
toda la Cuenca Minera, los despidos de obreros y la implantación del terror de
mano de la empresa y de sus esbirros militares. Ese mismo terror a la represión
que hizo que los familiares de muchos de los muertos y heridos los ocultaran
para no sufrir represalias (detenciones, despidos), enterrando clandestinamente
los cadáveres en las escombreras de mineral, haciendo muy difícil determinar el
número exacto de asesinados.
Solo esperamos que estos hechos del pasado
sirvan para honrar a los trabajadores caídos en su lucha contra el capital a la
vez que para desenmascarar el cinismo y la demagogia de quienes son los
auténticos enemigos del Pueblo Obrero.
POR LOS CAÍDOS Y POR LOS QUE CAERÁN,
POR LOS HÉROES ANÓNIMOS DEL PUEBLO,
EL MEJOR HOMENAJE ES CONTINUAR SU LUCHA